Víctor Manuel Silva Godoy “En la maestranza todos eran geniales”

Publicado el at 11:28 pm
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Este vecino de Población Sicem era un talentoso futbolista, que representó los colores de la ciudad, mientras trabajaba en Melón

Víctor Manuel Silva Godoy nació en la calle Latorre. Vivió allí hasta los tres años. Luego su padre arrendó una vivienda en calle Freire, cerca de la fábrica.

“Como yo tenía unos cinco o seis años, a mi padre le dieron casa en la población Cemento Melón. Allí vivía, cuando comenzaron a reconstruir el estadio de la empresa, que antes estaba junto a la industria, donde antiguamente había un bosque de eucaliptos”.

Es dueño de una infancia con ruidos de sierras y bulldozer y con él como testigo, subido sobre un alto, para ver los trabajos, hasta que su padre lo mandaba bajar. También fue testigo de una verdadera leyenda de la ingeniería y la técnica de los cementeros: el traslado, en pedazos, de las graderías del Estadio Cemento Melón, por más de diez cuadras, hasta el sitio actual cerca del río.

“Fueron cortando las graderías en pedazos, en medidas que cupieran en las calles. Con unos polines de los hornos antiguos fabricaron una rampa. Subían allí los enormes trozos y las tiraban con un bulldozer. Se demoraban como un día en cada uno. Se iban derechito desde el sector de la fábrica, haciendo cálculos en cada recodo para cruzar la calle, la plaza y para que cupiera. Yo, como cabro chico, y en los ratos libres, fui testigo de eso”.

Entonces, Víctor Manuel Silva era estudiante de la Escuela Cemento Melón. “No podía estar todo el tiempo mirando el traslado, pues entonces teníamos clases en la mañana y en la tarde. El jueves lo teníamos libre en la tarde, pero el sábado teníamos que ir, a veces, todo el día. Después los sábados era para que sólo fueran los castigados. A veces era por alguna tontera de niño. Éramos sanos y disciplinados”.

Su padre, también llamado Víctor Manuel, trabajaba en la Calderería de la Maestranza de la fábrica: “Eran viejos geniales, que fabricaban cualquier pieza que se necesitara. Les pasaban un plano que describía lo que tenían que hacer y lo convertían en una figura, luego en una plantilla y, desde allí, hacían la pieza que faltaba. Cemento Melón, entonces, no dependía de nadie. Los viejos podían hacer de todo y hasta hacían herramientas que no tenían. La fábrica no tenía para qué comprar un atornillador o un martillo. Ellos se le hacían”.

Víctor Manuel Silva además tiene historia con el deporte de la ciudad: era un arquero de nivel y que fue parte del plantel de Unión La Calera, entre 1964 y 1971.

“Yo entré cabrito a la fábrica, tenía 17 años y bastantes conocimientos teóricos, además del roce que me daba el fútbol, pero apenas entré me di cuenta de la calidad de los trabajadores que tenía la empresa. Además, todos tenían la misma meta: que sus hijos fueran más que ellos. Algunos maestros, muy inteligentes, firmaban sus entregas de sueldo con su huella digital”, recuerda.

“Para mí fue muy bueno, porque al instante aprendí de ellos y, al ver sus talentos, nunca me creí mucho el cuento del fútbol. Además, yo era el mayor de siete hermanos. Mi padre murió un poco después de sus cuarenta años y quedó mi madre embarazada. Yo, entonces, también estudiaba Contabilidad, y a la muerte de mi padre quedé como ‘el hombre de la casa’. Los dirigentes sindicales y las visitadoras, consiguieron que entrara a la empresa. Mi padre murió el 10 de agosto y, a fines de mes,  ya trabajaba en la fábrica. Después de hacerme pruebas en matemáticas y castellano y un examen médico, me mandaron a limpiar a la sección Patios”.

Sin embargo, hubo directivos (Camilo Gómez, Emilio Miranda, Luis Torres) que reconocieron sus capacidades: “Me dijeron que guardara la escoba y la carretilla y fuera a una oficina. Allí me dijeron que, era una persona responsable, y que pasaría a trabajar a Laboratorios. Las matemáticas me sirvieron mucho y me metí en la parte química y aprendí a hacer las soluciones que se necesitaban. Trabajaba hasta sobretiempo haciendo diversos ácidos, soda caustica y otros compuestos que se necesitaban para la producción”.

Víctor Manuel Silva recuerda que, “como a los jefes les interesaba que jugara por Unión La Calera, me arreglaban los turnos. Había varios jugadores del club en Cemento Melón, pero en otras secciones. El ‘Tato’ Pérez, el ‘Chueco’ García. La Escuela Cemento Melón y la empresa tuvieron siempre preocupación por el deporte. Yo pude trabajar y jugar, cuando el entrenador recurría a mí, sin problemas en mi trabajo. Hubo algunos que fueron a otros equipos y les guardaron el trabajo. Para mí, la empresa era primero, porque tenía un sueldo asegurado y el fútbol entonces no era muy serio”.

Se casó en 1971 con Teresa. Son padres de cuatro hijos. Después del 11 de septiembre de 1973, en otra realidad de la historia del país y la empresa, Víctor Manuel fue desvinculado de Cemento Melón.

“Me tuve que reconvertir y me fui a Argentina, donde tenía primos”, comenta.

Se desempeñó, entre otras cosas, en una empresa que trabajaba para ferrocarriles argentinos. El fútbol y algunas acciones honestas le abrieron puertas. Pero echaba de menos a su familia.

Como vivía originalmente en la Población Sicem y existió una posibilidad de pagar la casa, volvió a La Calera. Trabajó, luego, en montajes y mantención en proyectos de minería.

“Es lo que me tocó en la vida. Mucho más bueno que malo. Miro la empresa Cemento Melón con nostalgia. Fue bueno haber estado allí y haber conocido a tanta gente buena, que me permitió ayudar a criar a mis hermanos y a mis hijos”, comenta.

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