Nuestra responsabilidad en los grandes cambios climáticos

Hace rato que en nuestras conversaciones hacemos referencias a los cambios de clima que estamos viviendo, es decir, a los que en nuestra corta vida respecto del tiempo de la Tierra, podemos percibir.

Decimos que es muy extraña la persistente ola de frío que nos azotó por más de diez días, que en verano hace más calor, que antes no era tan caluroso. Que el frío y la lluvia se mantienen hasta noviembre. Que el calor se extiende hasta abril. Todo eso sin contar nuestros temas de contaminación del aire, contaminación acústica y visual, los problemas con la sequía y la escasez de agua, la lentitud que tenemos para cambiar el petróleo por otras fuentes más limpias, en fin, parte de nuestra vida ahora está vinculada a temas ambientales.

Antes no era así, porque el mundo lo teníamos más sano, más limpio, menos peligrosamente contaminado.

La situación es muy compleja y nada de fácil. Hay un grupo de científicos, (más de 250 en distintas especialidades) que preparan un informe anual para la ONU, tratando de advertir posibles catástrofes.

La primera es tener claro que el máximo que puede subir la temperatura -que está subiendo en todo el planeta debido al efecto invernadero- es dos grados Celcius. Más sería catastrófico.

La segunda es que al 2100 el alza de la temperatura pudiera llegar a 6,4° grados Celcius, con lo que el nivel del mar aumentaría en 65 centímetros, inundando una inmensa superficie de la tierra y causando estragos de todo tipo.

Clive Hamilton, un profesor y asesor ambiental del gobierno de Australia se pregunta: “¿Cuándo volverá a importar la ciencia? Tal vez evolucionemos para responder sólo amenazas visibles e inmediatas, y no estamos programados para reaccionar contra peligros abstractos y futuros. Sí es así, el mundo abandonará su tendencia infantil de taparse los oídos contra las advertencias de los científicos sólo cuando empiecen a acumularse los cuerpos de las víctimas de los desastres climáticos”.

Cada vez más los informes científicos son escuchados por los gobiernos de turno de cientos de países del mundo. Pero falta ahora la acción concreta. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, de la ONU, ha sido categórico en denunciar que la influencia humana ha sido detectada en el calentamiento de la atmósfera y los océanos, cambios en el ciclo global del agua, en la reducción de la nieve y el hielo, en el aumento del nivel medio del mar mundial, y en muchos otros cambios que generan fenómenos climáticos que nos asombran, pero que nos llevan a la acción por mejorar lo que ocurre. A pesar de todo, el gobierno de Trump se restó a las políticas sobre cambio climático.

En verdad, todos podemos contribuir a mejorar las condiciones actuales del único planeta que hasta ahora tenemos para vivir. Sin duda que la mayor acción les corresponderá a los gobiernos del mundo, a su coordinación y a sus decisiones pensando en el mundo que viene.

Invertir en ciencia y tecnología es una obligación inevitable para buscar caminos de salida a la crisis, que nos abran las puertas no solamente de energías limpias, sino también más baratas, para que los consumidores del mundo puedan usarlas. En Chile ya se le puso fecha de vencimiento al uso del carbón, demostrando que se puede avanzar en temas importantes de contaminación.

El futuro predecible ya es realidad. Todos los síntomas están funcionando, ahora falta reconocerlos, y establecer políticas de cambio, que puedan salvar a las generaciones que vienen.