MI BUENA NOTICIA: Recreó la Vía Láctea en el frontis de su casa

Publicado el at 31/08/2018
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Tres años tardó Héctor Saavedra en hacer un mosaico con piedras, que le recuerda el cielo nocturno que veía de pequeño

QUILLOTA.- Héctor Saavedra Pérez se ríe cuando habla de todos los trabajos que ha desempeñado en sus 54 años de vida. “Parece chiste”, comenta antes de largarse a enumerar todas las labores que le ha tocado realizar, partiendo por el noble oficio de suplementero, que comenzó cuando apenas tenía 12 años para ayudar a “parar la olla” en la casa que compartía con sus otros once hermanos. Allí, en la población Enrique Arenas se levantaba a las cinco y media de la mañana, repartía los diarios en San Pedro y luego partía al colegio.

Desde entonces, ha trabajado como afianzador de camiones -amarrando los vehículos que se enviaban por tren cargados con petróleo a la mina El Teniente-; leñador, carnicero, feriante, arrendador de caballos en la playa, encargado de un pool, auxiliar de colegio y últimamente, como montajista eléctrico. “Yo soy ‘perro de la guerra’, tuve que acostumbrarme de chico a trabajar, había que llevar platita pa’ la casa, ya estoy curtido en el trabajo”, asegura.

Pero el más singular de los trabajos que Héctor ha realizado, lo hizo en su propia casa y como se diría, para darse el gusto.

Todo comenzó cuando se separó, tras 14 años de matrimonio, y volvió a vivir con su mamá. “Pero en menos de un año mi mamá y mi hermana se murieron. Eso me hizo entrar en depresión, toqué fondo y me fui a trabajar en las termoeléctricas y mientras esperaba en el trabajo me puse a mirar las piedras, empecé a ver que había piedras bonitas, de colores, con figuras, como si las hubieran hecho”, recuerda.

Esas piedras lo llevaron a evocar sus juegos de infancia, muchos de los cuales tenían que ver con las estrellas a mitad de la noche: “Nosotros, antes de venirnos a la población, vivíamos entre los cerros, entonces siempre creí que yo soñaba con el espacio, pero lo que pasaba era que me despertaba como a las 4 o 5 de la mañana y salía solo a jugar al patio y a ver el cielo y las estrellas. Pero no eran sueños, eran mis recuerdos de chiquitito”, explica.

Por eso, Héctor siempre atesoró en su memoria las imágenes estelares del cielo sampedrino.

Fue así, en una creativa asociación mental, que Héctor comenzó a imaginar una fusión entre piedras y espacio. Comenzó a recoger todo tipo de piedras, fuera por sus colores o por sus formas, para ir acopiando material para lo que sería una particular obra: un diseño del universo plasmado en el frontis de su casa y donde los pedernales son protagonistas, dándole forma a su propia concepción del universo.

“Fue cuando yo hice dos piezas más en la casa y empecé a pensar en cómo ocupar las piedras y se me ocurrió plasmar el universo en el frente de la casa y otras figuras. Fue un trabajo que me tomó desde el año 2014 al 2017, yo puse cada piedra en su lugar, trabajaba todos los fines de semana. También contraté un pintor para que me pintara toda mi pieza con el espacio, para sentirme como si estuviera en el mismo espacio”, asegura este sampedrino con pasión.

Así logró crear un mural pétreo de unos seis metros de largo. “Yo no salgo mucho para el pueblo, me gusta estar en mi casa, entonces yo quería hacer algo que fuera agradable y cómodo para mi, algo que fuera diferente y que mi casa se distinguiera. Han venido muchas personas a ver mi casa y quedan para adentro. Vino un amigo de Inglaterra a verla y otros amigos del sur también quieren conocerla”, asegura este polifacético sampedrino que ha recogido piedras que, dice, le evocan a alienígenas y que ha traído guijarros desde lugares tan lejanos como Chincolco o Chiloé para enriquecer su mosaico mural, con el que decoró el más sagrado lugar de un hombre: su hogar.

 

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