MI BUENA NOTICIA: Convirtió el más terrible de sus dolores en esperanza para otras mujeres

Publicado el at 04/07/2018
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Desde niña Alejandra Arancibia fue abusada pero se convirtió en una profesional y terapeuta que hoy ayuda a otras víctimas

QUILLOTA.- La historia de Alejandra Arancibia Vicencio por momentos es increíble, pero terriblemente desgarradora, sin embargo, el epílogo que ella logró darle es lo que la justifica para estar en esta sección como una buena noticia.

Alejandra nació en Quillota y cuando tenía siete años comenzó a ser agredida sexualmente por un hombre cercano a ella, durante un largo episodio que se extendió por muchos años, hasta más allá de su adolescencia.

Durante los primeros años el miedo se apoderó de ella, llevándola a callar las agresiones, sin entender porqué le pasaba eso. Solo entendía que en su entorno -caracterizado entonces por la pobreza- la violencia estaba totalmente naturalizada y que hablar de las vejaciones a las que era sometida solo podía significar arriesgar una cosa: una tremenda paliza y por eso optó por callar.

Sin embargo, una vez se atrevió a contar lo que le pasaba, pero contrariamente a lo que creyó, sus denuncias no cayeron en terreno fértil, pues los adultos a quienes les contó optaron por intentar manejar el tema sin acudir a las instancias legales y a pesar de esos esfuerzos no pudieron frenar las agresiones.

Con este panorama de vida, la rabia que comenzó a acumular con el paso del tiempo se convirtió en una presión que solo podía liberar asumiendo una actitud rebelde y refugiándose en el alcohol, las drogas y las malas compañías.

Alejandra reconoce que fueron años de mucha soledad en su vida, plagados de miedos, angustias e inseguridades, que incluso la llevaron a atentar contra su vida. “Yo tenía 15 años y solo quería desaparecer, no quería estar acá, era todo muy doloroso, sentía que mi cuerpo no era mío, que todos podían hacer lo que quisieran conmigo, sentía un vacío muy grande”, recuerda con lágrimas en los ojos.

Nuevamente intentó hacer otra denuncia, pero esta vez tampoco fue escuchada por los organismos públicos, pues su cartel de chica rebelde redundó en que no le creyeran.

Pero por muy largo y oscuro que sea el túnel siempre hay una luz al final. Y así fue como Alejandra, sumida en la desesperación, comprendió que su salvación estaba en salir de allí. Por eso, decidió independizarse y consiguió un trabajo como dependienta de comercio, después de sus clases en el colegio. Fue allí donde, dice, encontró a su primer “ángel”. “Una compañera de trabajo, Sofía, se convirtió en una especie de mamá para mi, ella me abrazaba, me traía regalos y me aconsejaba, me decía que yo tenía que estudiar, se enojaba conmigo cuando yo carreteaba mucho”, recuerda emocionada.

Tras salir de cuarto medio, Alejandra solo sabía que quería estudiar alguna cosa que le permitiera entender qué le había pasado y porqué nunca pudo recibir la ayuda y la protección que tanto necesitó.

Primero estudió Técnico Jurídico, pero a poco andar renunció, pues “me di cuenta que las leyes no me habían servido para nada”. Entonces se decidió a estudiar Orientación Familiar, carrera que pagó ella misma y que complementó buscando literatura acerca del abuso sexual infantil y con una terapia sicológica que tampoco le dio los resultados que ella esperaba, pues “me tenían empastillada todo el día”, recuerda.

En esa búsqueda estaba cuando el año 2010 llegó a sus manos el libro “El coraje de sanar”, que fue su primer atisbo de luz y que la ayudó a comprender muchas cosas.

“Ese libro me vino a dar la contención y la comprensión que nunca había tenido, ahí empecé a entender lo que había vivido, que no era la única y que había muchas mujeres que habían salido de esto. Para entonces yo ya tenía dos hijos y decidí sanarme por ellos, así que deprimirme o suicidarme ya no eran una opción para mí”, cuenta.

Por eso, con la ayuda de su primer marido, “que empatizó completamente conmigo”, se atrevió a denunciar nuevamente lo que había vivido y esta vez sí fue escuchada. Su agresor fue juzgado y sentenciado y ella pudo obtener un tratamiento sicológico que la ayudó a lidiar con su pasado.

También encontró un guía espiritual, quien le enseñó a descargarse del odio que sentía y a entender que podía transformar todo lo malo que le había pasado en algo positivo que podría servirle a alguien y también aprendió que muchos dolores físicos y espirituales pueden sanarse con las Flores de Bach, y estudió hasta convertirse en una experta en el tema.

“Me empecé a sentir bien con las flores, me sentía tranquila, sentía que mis heridas del alma se sanaban y por eso quise estudiar y profundizar mucho más, creo que las flores me ayudaron a encontrar la misión de mi alma”, asegura.

Además terminó su carrera, compró su casa, se enamoró de quien hoy es su esposo y entonces decidió que su experiencia no podía quedar ni en el silencio ni en un rincón de su memoria. Por eso inició una labor de consejerías para personas que han pasado por el mismo trance que ella.

“Atiendo a muchas mujeres en mi casa que han sido abusadas, yo no les cobro, es algo que me nace, aunque es agotador escuchar estas historias, me gustaría contar con más ayuda para ayudar a contenerlas. Necesito recursos humanos, hermanas, amigas, que quieran apoyarme en esto”, asegura.

“Hoy me siento sana, tranquila, conforme, me amo a mi misma, no me siento sola, encontré mi misión, que era sanarme y dar esperanza a otros de que se puede sanar”, concluye esta mujer que supo convertir el más terrible de sus dolores en luz de esperanza para otras como ella.

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