Me parece que no somos felices

Publicado el at 06/11/2017
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Miguel Núñez Mercado Reportero

 

Hace más de un siglo, el 1º de agosto de 1900 en el Ateneo de Chile, el abogado y senador Enrique Mac Iver hizo su famoso “Discurso sobre la crisis moral de la República”. Se le recuerda, principalmente, por la frase que enuncia el segundo párrafo de sus palabras: “Me parece que no somos felices…”.

El texto es mucho más largo y explora, profundamente, en una de las tantas crisis que hemos vivido los chilenos. Él hablaba, entonces, de una crisis moral que nos había llevado a una crisis económica, pero cuyas raíces realmente estaban enquistadas en el alma nacional.

Eran, todavía, tiempos de la holgura del salitre. Se construían, con la sal del desierto, escuelas, hospitales, vías férreas. Sin embargo, Enrique Mac Iver decía que “se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan“.

“La holgura antigua -continuaba el senador- se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las expectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad”.

El asunto es que, sin tener aspiraciones políticas o sociales, me preocupa, y me duele, el país en el que estamos viviendo. Y, francamente, me avergüenza”.

Como Enrique Mac Iver, también me parece que no somos felices. Las cosas materiales que hemos obtenido como país, no tienen la capacidad de hacernos plenos. No se puede desconocer que hay más de todo y de mejor calidad. Y, que muchas más opciones, están ahora a nuestro alcance, aunque nunca son lo realmente importante.

Hemos ido perdiendo la confianza en muchas cosas que parecían características muy nuestras. La honradez de muchos de nuestros prohombres, por ejemplo. Me preocupa, y bastante, el ingreso de tantos personajes de la política, de la empresa, de la religión, de las instituciones, a los tribunales y, algunos, muy pocos, a las cárceles.

Aunque el hecho no signifique una inmediata culpabilidad de los concurrentes, es un signo que las cosas no fluyen con la tradición de otros tiempos. Deberíamos estar, justo ahora, hablando de las necesarias reformas para hacer un país más justo y más bueno. Con una mayor equidad -y no necesariamente igualdad- que nos salvaguarde de la crueldad del mercado, de asonadas golpistas o populismos baratos o trasnochados, que pongan en riesgo nuestra escuálida democracia.

Por lo menos, yo -que peco de sensiblero- debería estar escribiendo de la engañosa primavera de este año o de las jugosas frutillas que refulgen entre las hileras de las quintas crucinas como pequeños corazones al sol. El asunto es que, sin tener aspiraciones políticas o sociales, me preocupa, y me duele, el país en el que estamos viviendo. Y, francamente, me avergüenza.

Como yo creo que la felicidad es una emoción de confianza plena, y advirtiendo una crisis moral más que evidente, recurro al viejo, pero vigente, discurso de Enrique Mac Iver, para repetir con él, como una silenciosa advertencia que, “me parece que no somos felices”.


Foto: Memoria Chilena – Discurso sobre la crisis moral de la República
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