Mala influenza

Publicado el at 9:42 am
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No recuerdo haber padecido de influenza. Esto no quiere decir que no la haya sufrido. Más de alguna vez estuve en cama, con terribles dolores de cabeza, fiebre altísima, malestar en todo el cuerpo e intricados delirios.

En mi casa llamaban “chavalongos” a estos episodios patológicos. Se curaban con unos días de reposo, harta agua y unas “obleas chinas”. Después de cinco días de tratamiento, uno estaba bien, aunque como de vuelta de una temporada en el infierno.

Miguel Núñez
Periodista

Sin embargo, siempre me quedó en la cabeza la palabra “chavalongo”. Con el tiempo supe que era el nombre con el que los mapuches llamaban a la gripe. Para curar el mal, los machis ofrecían sacrificios de animales a sus dioses.
Pero, esta nota no pretende ser una Historia de la Influenza. Aunque yo nací en un año -1957- que está marcado por la mortandad que dejó una pandemia de gripe asiática. Hubo cuatro mil 702 chilenos muertos y el registro de infectados superó el millón y medio.

Es obvio que no me acuerdo de lo vivido o si yo aparezco en la lista de los infectados. Lo que dicen las crónicas de la época es que del virus no se salvó casi nadie. Cerraron las fábricas, los colegios, los conventos, los estadios y hasta los cuarteles. Más de mil 500 carabineros y detectives fueron a dar a la cama.

De la influenza que tengo recuerdos más claros es la de junio de 1976. Era una cepa viral que había tenido sus orígenes en la ciudad australiana de Victoria. Se llamó “la gripe Victoria”. En sólo unos cuantos días mandó a hacer reposo a más de dos millones de chilenos y envió “al otro mundo” a mil 16 compatriotas.

Recuerdo que, entonces vivía en Limache, y como ya tenía vocación de curioso, salí a las calles a ver lo que pasaba. Encontré a muy pocas personas y todas asustadas. El mal había causado estragos y la mitad del pueblo observaba un estricto reposo.

Una semana después, todo había cambiado y cada uno contaba una historia diferente de cómo había sobrevivido a la temible influenza. Algunos, bastantes enflaquecidos por las fiebres, tuvieron el tiempo suficiente para hacer chistes de la tragedia: “Es que estuve una semana en cama con la Victoria”.

Han pasado los años y varias epidemias de influenza. Para mi sorpresa, nunca me han diagnosticado esta enfermedad. Ni espero que “ésta sea la ocasión de hacerlo”. Aunque no podría asegurar que estoy inmune a este mal, que tiene “con el corazón en la mano” a medio mundo.

Entonces, lo que debo decir, es que, por ahora, no he sufrido de esta mala influenza y sólo a través del “chavalongo” -y otras cosas más satisfactorias- he conocido de la fiebre y el delirio en la cama.

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