La vida urbana en los tiempos de coronavirus

Publicado el at 6:17 pm
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Carolina Carrasco Pizarro
Arquitecta y Urbanista
Directora Magíster en Diseño de Ciudades Integradas UVM

Estamos experimentando los efectos de las estrategias de protección frente al acelerado contagio del nuevo virus, lo que nos ha obligado a transformar la forma de habitar nuestras ciudades. Esta situación reprime la vida urbana y social, que ha sido la contra respuesta a la frenesís urbana heredada por la modernidad, cuyo modelo de ciudad- simplificado y segregado- produjo espacios vacantes e insípidos para la vida colectiva, generalmente gobernado por la velocidad del automóvil y la impersonalidad del mall.

Durante los últimos años se producen cambios urbanos que comprometen nuevas estructuraciones, modelos de ciudad piloteados por Nueva York con su Time Square caminable o el Superblock en Barcelona y nuestro Paseo Banderas en Santiago apuntan a reunir a las personas en el espacio público para volver a la ciudad colectiva con sus múltiples beneficios.

Hoy este modelo se pone nuevamente en discusión, ya que el contagio establece la distancia en entredicho. Los cambios en cómo nos relacionamos se han transformado de maneras diversas, algunas personas han vuelto al hogar para reencontrarse con sus familias, la administración del tiempo es hoy personal y no comprende horarios establecidos ni rutinas, se elimina el factor traslado al trabajo, pudiendo así tener mayor espacio para otras actividades.

Sin embargo, el precio a pagar es la pérdida de la colectividad en el espacio público. Ante eso- y ya que las personas somos un ente social- nos exigimos llenar esos vacíos que produce esta liberación del espacio (físico y temporal), favoreciendo el uso del espacio virtual para encontrarnos, con resultados que presentan nuevas oportunidades para la ciudad híbrida que se mueve entre lo físico y lo virtual.

Calles y plazas vacías, encontrándonos únicamente con el caminante como el único actor que reaviva las calles, generalmente solo y sin establecer contacto cercano con nadie. La bicicleta como un medio personal de movilización se vuelve a valorar. La vida comunitaria muta a espacios de conversación online, encuentros grupales tanto recreacionales como de trabajo, crecen los llamados por teléfono por la preocupación de padres y abuelos que se encuentran solos sin poder ser visitados. El mall- el espacio de consumo por excelencia de la postmodernidad- finalmente derrotado por un virus que obliga a cerrar sus accesos y lo transforma en un espacio indeseable y quizás el espacio más aterrador para estar hoy en día.

La baja actividad urbana permite que las ciudades más contaminadas del mundo vuelven a ver el cielo, montañas y peces, antes ocultas. Aparecen gimnasios, teatros, música y clases virtuales, la vida se mantiene, pero hoy desde la casa.

Se agudizan las desigualdades, no todos pueden quedarse en casa o muchos han perdido su fuente de ingresos, pero por otro lado volvemos a la colaboración, todos estamos juntos en esto vengamos de donde vengamos.

De esto podemos únicamente esperar, respirar profundo, acercarnos a nuestros seres queridos mediante las redes sociales y ponernos creativos en cómo poder continuar vinculándonos al mundo y a la ciudad como resultado de este experimento obligado. El cambio nos obliga a mirarnos localmente- y espero que por muy dramático que sea esta situación- podamos una vez pasada la crisis, aprender de ello y promover las buenas prácticas que hemos ejercitado.

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