Historias de mascarillas y de la primera vacuna

Publicado el at 4:15 pm
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Roberto Silva Bijit

Era muy chico la primera vez que vi una mascarilla. La tenía puesta una mujer muy linda que bailaba una canción palestina en el Club Árabe. Se contorsionaba entera, luciendo su hermoso cuerpo pero sin que se le cayera una seda -que se parece a las mascarillas de hoy- y que le cubría la mitad de su rostro, desde la nariz hacia abajo, dejando libres solo sus penetrantes ojos negros.

La segunda vez que vi una mascarilla fue años después, cuando fuimos a recibir un diagnóstico en el hospital y el médico salió del quirófano con la nariz y la boca cubierta, pero rápidamente se las descubrió para poder hablar mejor. Con el paso de los años y siguiendo algunas costumbres asiáticas, especialmente de Japón, hemos visto a veces gente con mascarilla en el bus, en las calles y en otros lugares públicos de alta afluencia.

Ahora todo es con mascarilla. “No pasar sin mascarilla”, “Uso obligatorio de mascarilla”, en fin, por todas partes todos van y vienen con mascarillas, en la tele, en la farmacia, entre los repartidores.

Rápidamente las mujeres las combinaron con el color de sus ropas, los hinchas pusieron la insignia de su equipo, algunos negocios instalaron sus logos. Ahora venden mascarillas en todas partes, de todos los tamaños y en todos los colores.

A veces parecen un “tapaboca”, de esos que le quisiéramos poner a algunos “rostros repetidos” de la televisión. En verdad, la mascarilla nos cubre desde la nariz hasta la barbilla, es decir, nos tapa la mitad de la cara, quedamos escondidos detrás de esta nueva indumentaria sanitaria.

Pero, ¿desde cuándo se usan mascarillas sanitarias?

No hay claridad absoluta, pero se las asocia a las pestes y problemas de salud pública. Uno de los primeros en usarla fue el médico francés Paul Berger, que en octubre de 1897 realizó una operación y adentro del quirófano se tapó la boca con una mascarilla hecha de gasas y tela, para evitar el contagio por gotas. La técnica fue adoptada en casi todos los hospitales del mundo.

Hay una mascarilla histórica, que se ha visto en las películas y que fue usada durante la terrible peste negra en Europa, que mató a más de 200 millones de personas entre los años 1347 y 1353. Esa mascarilla, con forma de pico de pájaro, de unos 15 centímetros de largo, fue usada por los médicos para protegerse de sus pacientes. Hasta hoy se usa como una máscara en los festivales de Venecia.

Las grandes epidemias trajeron consigo muchos hábitos higiénicos, como por ejemplo, el lavado de manos, que no era frecuente en los médicos ni para recibir un parto. Fue el doctor Semmelweis quien primero visualizó que el lavado de manos era una condición esencial para no trasmitir gérmenes. Sus recomendaciones en Hungría en el año 1840 tuvieron poco eco al comienzo, pero después se transformó en una norma. Hoy día a nosotros con el Coronavirus nos recomiendan lavarnos las manos con jabón cada tres horas más o menos.

En todo caso, esas medidas ayudan pero no resuelven el problema. El único camino seguro es la vacuna. La primera vez que se usó una vacuna fue el 14 de mayo de 1796, descubierta por el investigador Edward Jenner, quien la utilizó contra la viruela. Jenner escuchó a una ordeñadora de vacas decir: “Yo nunca tendré la viruela (humana) porque he tenido la viruela bovina”.

A partir de esa creencia popular desarrolló la vacuna, inyectando en una persona sana material infectado obtenido de alguien que padecía la viruela bovina (¿le suena infectarse de los animales, sean vacas o murciélagos?). La primera se la puso a un niño de 8 años y lo salvó. También se la puso a su hijo. Recibió reconocimientos al ser nombrado médico del rey de Inglaterra, pero la Asociación Médica de Londres se opuso al tratamiento argumentando que los pacientes podrían convertirse poco a poco en vacas. Su consagración vino cuando el propio Napoleón le pidió que vacunara a sus soldados. Hoy día el mundo espera confiado una vacuna, que junto con combatir el Coronavirus, terminará también combatiendo a los que en los últimos años han predicado que no creen en las vacunas.

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