A César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios

Publicado el at 21/09/2017
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Gabriel Abarca Armijo Periodista

 

Definir lo que es el cristianismo, en estos tiempos, se torna cada vez más difícil. Esto porque ahora se comete el error de agrupar de inmediato a un creyente en la vereda derecha de la política, simplemente por simpatizar con la llamada “agenda valórica” de los partidos conservadores. Esto ha generado que la iglesia, en su conjunto, gane muchos anticuerpos e incluso se vincule a quien se dice cristiano con un fanático extremista, anticuado y retrogrado.

Y claro, lo sucedido días atrás en el Te Deum de iglesias evangélicas no hace más que “confirmar” dicho pensamiento, donde la presidenta Michelle Bachelet fue duramente pifiada e insultada por un grupo de personas asistentes al evento. ¿Lo curioso? Los aplausos “espontáneos” al candidato Sebastián Piñera. Mucho se habló durante la semana que incluso este hecho estuvo armado, casi como un acto de campaña derechista.

Por supuesto, los involucrados lo desmintieron tajantemente, justificando el agravio bajo la lógica de que el actual Gobierno ha profundizado reformas que van en contra de la moral cristiana. Y si bien es cierto efectivamente varios de los temas que están sobre la mesa difieren con la Biblia, hay una disonancia en la forma en cómo se presentan los argumentos.

El cristiano debería ser reconocido por su aporte a la sociedad y no por pifiar a una presidenta”.

El mismo Jesús dijo a sus apóstoles: “dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”. Esto significa que sin dejar de honrar al Ser Supremo, debe primar el respeto para con las autoridades. Puedo estar o no de acuerdo, pero el punto es que el buen cristiano plantea sus diferencias de opinión con altura de miras.

Se podría incluso argumentar, con las palabras del apóstol Pablo, que primero está obedecer a Dios antes que a los hombres. Pero, aun así, no se justifica una reacción desmedida como la del Te Deum. El cristiano debería ser reconocido por su aporte a la sociedad y no por pifiar a una presidenta.

Al final, somos los propios cristianos los que lamentablemente damos un mal testimonio de nuestra fe”.

Recuerdo que, en uno de mis reporteos sobre el tema del aborto, un pastor me dijo: “nosotros como iglesia no podemos ser consciencia de ninguna persona”. Creo que justamente esas palabras son la clave para entender el cristianismo, ya que éste no debe ser por imposición sino por convicción.

Quiero quedarme con el ejemplo del padre Mauricio de Los Andes, quien lidera una iglesia tan cuestionada como la católica. Creo que no es menor el enorme cariño que la feligresía le profesa y es una señal de que realiza su labor con sencillez y humildad. O el caso de Juanita, una amiga adventista que sin luces ni cámaras muestra un interés “desinteresado” en ayudar a personas en situación de calle.

No porque la consciencia les dicta hacer buenos actos, sino porque saben que es lo que Jesús haría. Al final, somos los propios cristianos los que lamentablemente damos un mal testimonio de nuestra fe, sintiéndonos moralmente superiores y juzgando al que no tiene las mismas creencias o toma decisiones erradas que nos escandalizan.

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